Homicidio frustrado
Rafael Pérez Jiménez · CuencaDe repente se veía allí sentado en su despacho, mirando el calendario, esperando el día de cobrar la nómina, como esos compañeros que siempre ha detestado, que son abogados porque¡€™de algo hay que trabajar?. Cuando Luís, el hijo del jefe, tomó más responsabilidades en el bufete, a él le le relegó a los casos más sencillos e insípidos, simples arbitrajes de divorcios, querellas tontas y papeleo. Se echó para atrás en su sillón para estirar la espalda. No podía dejar de pensar en que esa estación seca estaba arruinando su carrera, anquilosándose cada día. Miró el reloj: las 10:32. Al tonto de Luís se le escuchaba parlotear por los pasillos, con esas maneras de niño pijo. Repelente. Necesitaba algo bueno, un cambio, un caso realmente interesante y difícil. Apretó los labios y con determinación cogió el abrecartas de encima de la mesa y se levantó hacia el pasillo.