¿Dónde estás?

Pablo cid · Madrid 

Nos conocimos en cuarto de carrera. Solía llegar tarde y me sentaba en las últimas filas. Un día te fijaste en mí forzando la vista y me ofreciste tus gafas. “Accidente in itinere”, era la frase que faltaba por copiar en mi cuaderno de laboral. Meses después también me prestabas faldas y pinzas del pelo. Después de clase, el Retiro era testigo de besos a la luz de las farolas y de planes de futuro.
Encontraste trabajo en una empresa de asesoría legal donde, decían, acabarías cobrando una abultada nómina. Yo me conformaba con un puesto de becaria en una Junta de Arbitraje Municipal. Suficiente para compartir un pequeño alquiler en Santa Eugenia.
Siempre salíamos juntas, pero esa mañana de marzo tenías que examinar una querella presentada contra tu cliente. “Esta tarde nos vemos”. Pero acudí a la Estación de Atocha y ni siquiera te encontré en la lista.

 

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