Imagen de perfilBRILLANTE ALEGATO

JUAN MANUEL RUIZ DE ERENCHUN ASTORGA 

“¡Informe la defensa!” -ordenó el Magistrado Rey de Picas-. Era el día cero, el más importante del mundo de la baraja de póker. El juicio al depuesto dictador Joker, responsable del plan de genocidio de todas las cartas de corazones, llegaba a su vencimiento tras largos debates. El encargado de seguridad Dos de Trébol, custodiaba al imputado con semblante cansado. En un acalorado discurso, el Ministerio Fiscal Jota de Rombos había pedido la pena de muerte del enjuiciado. Tomó la palabra la letrada Dama de Trébol. “Señoría” –dijo-, “lamentablemente no quedan cartas de corazones. Cómo vamos entonces a justificar nuestra existencia, faltando uno de los cuatro palos que sostienen el juego. Matar al Joker significaría nuestra desaparición. Dejarlo vivir, la salvación. Piense. Es el único que puede ser cualquier carta. Condene a él y a su estirpe a ser corazones”. Y así comenzó una nueva era para la baraja.

 

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