Inocencia
María García-Rivera de la Plaza · MadridLo cuento tal cuál sucedió.Dejando aparte el más mínimo morbo que la historia en si pudiera tener. Entró en mi despacho sin llamar.Eran las seis de la tarde de un viernes y estaba a punto de marcharme; ya estaba cansado de revisar el maldito expediente en el que el Sr.Aguayo, presidente de una gran compañía había desviado dos millones de euros procedentes del capital social para su uso particular.Otra malversación de fondos que no tenía nada de especial,con una multa suculenta quedaría resuelto. Pero el caso, además de ser de mi jurisdicción, me daría fama, el tal Aguayo es un tipo poderoso.Se abrió la puerta; su pelo estaba alborotado,su maquillaje corrido y su rostro empalidecido reflejaba el miedo de quien ha visto un espectro.Me tiene que ayudar; yo no lo hice: soy inocente,soy la Sra. Aguayo.Necesito contarle lo que ha pasado.