Caos
Carlos González Martínez · LeónHormigas de quién sabe qué nacionalidad, invadían los altillos de la librería, devorando con extraña voracidad las páginas amarillentas de La Didáctica Magna, y las hojas de sumarios secretos y juicios interminables. Los legajos de las herencias y los casos sin resolver, se elevaban inopinadamente, dos palmos sobre el suelo. Sufrían el efecto chimenea. Se expandían, agrandándose, multiplicándose, trepando por las rayas impolutas de su terno bien cortado. En medio del caos, la toga pretendía ser un punto de orden, pero estaba arrugada, y reposaba, como una cáscara vacía, sobre una silla que fagocitaba expedientes antiguos, con una inusitada desfachatez… El despacho, de repente, se le antojó ajeno y hostil. Cuando cerró la puerta, le recibió la noche. Y la noche, allá en la calle, era como un botijo oscuro que se bebía la luna. Mañana tampoco se dictaría sentencia, seguían en huelga…