LO DE SIEMPRE

Miguel Angel Aragüés · Zaragoza 

Me levanté molido. No se si por el síndrome postvacacional o por las ganas de juerga nocturna de Elisa. Me caía de sueño y una inconfundible señal adornaba mi labio. El café me supo a rayos mientras repasaba las notas de la defensa y casi me maté al bajar las escaleras a saltos. Tuve que aparcar lejos del Palacio de Justicia y echar a correr como un descosido, pero era la hora en punto cuando me detuve jadeando ante la Sala, el corazón bombeando por el estrés. El agente miró irónico mi corbata ladeada y la señal de mi labio. ¿Cómo va? Farfullé. Con retraso, Abogado, me dijo con tono condescendiente. Qué raro, contesté mientras se le agriaba la cara. En el tablón se veían señalados 2 juicios cada 10 minutos. Lo de siempre. Me toqué el labio suspirando y recordé los pechos de Elisa. Entonces sonreí.

 

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