Imagen de perfilFuturo imperfecto

Sebastián Trías Salom 

Abogado, su alegato –dice el juez.
Creíamos que el apocalipsis robótico consistiría en hordas de robots asesinos rebelándose contra los humanos. Está grabado en el inconsciente colectivo del pueblo.
Pero no ocurrió así.
La mecanización condujo al hombre a una carrera que no podía ganar. Si un robot podía hacerlo resultaba más barato y se quedaba el trabajo.
Recepcionistas robóticos, máquinas expendedoras de billetes, robots domésticos, banca online, trenes sin conductor…Los robots llegaron, lenta y discretamente, y nos sustituyeron.
Ahora ellos tienen el poder. Es la tarifa a pagar por el estado del bienestar. El de unos pocos, claro.
Echarle encima cincuenta kilos de pimienta a su jefe no estuvo bien, seis días después todavía sigue estornudando. Pero ¿quién no comprendería el dolor y la frustración de ser sustituido por un brazo electrónico después de veinte años envasando especias?
Dos luces parpadean en la cabeza del juez. Ya hay veredicto.

 

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