Logorrea

Enrique González Gandarillas · Toledo 

No hay quien aguante al Maxi desde que estudió Derecho en el talego. Llevamos 36 horas currándonos un butrón. Yo, con dolor de cabeza, un catarro del carajo y él que no para de explicarme lo que significa jurisdicción, fallo procesal, fianza… Vamos, que me ha tocado el premio gordo. Llegamos a la joyería. Meto el soplete a la caja fuerte. “Eximente, reforma judicial, cómplice…”. Yo, nervioso, le digo que empiece con las vitrinas y él, que no para. Saco la pistola. Silencio. Le tiembla la mandíbula, se frota las manos. “Desacato…”. Le disparo en una pierna. Suena la alarma. Una precaria bombilla ilumina la celda. Estoy sentado en la parte baja de la litera. Saco punta a una varilla, raspándola en el suelo. Arriba, el Maxi, rayándose. “Premeditación, ensañamiento, alevosía…”. Me guarda rencor por lo del disparo. Observo la varilla, levanto la mirada. Diez años así son demasiados.

 

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