Ilustración: Juan Hervás


AZUL ESLAVO

Raquel Esteban Prosper · MADRID 

No me acostumbro a él. Reventé de felicidad cuando la comisión dio la autorización. Por fin iba a ser madre. En las diez horas de vuelos no dejé de abrazarlo, incluso mientras comía el menú del avión y se chupaba los deditos como si degustase un manjar. Ahora me atemoriza. Su maestra llamó horrorizada, me dibujó abrasada en una hoguera y él con una cerilla. El psicólogo no sabe qué decirme. De noche se sienta un rato a leer sus cuentos mientras redacto alguna sentencia de un pleito atrasado. Si levanto la vista lo encuentro mirándome, fijamente, con sus ojos azul eslavo, como si intentara descifrar la clave oculta de mis pensamientos. Hace poco me preguntó si a los malos los encerraba en la cárcel, claro hijo tu mamá no deja que ninguno se escape. No eres Dios, me dijo, y a mí se me erizó el espinazo.

 

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