Miguel A.G.

Microrrelatos publicados

  • Mi pequeño despacho

    Conciliar vida laboral y familiar puede ser un derecho, pero sobre todo es necesidad. Yo vivo solo, así que debo conciliarme conmigo mismo, pero como verán también con mi gran familia de vecinos.

    Vivo en una comunidad conflictiva, y quién lo diría en un edificio de solo ocho puertas. Tenemos tantos pleitos como combinaciones entre las puertas son posibles, y todos los llevo yo, porque soy abogado y como excepción me llevo bien con todo el vecindario.

    Al principio eran menudencias, camisas manchadas en el tendedero y cosas así. Luego la brisa se hizo viento y éste temporal, y rara es la puerta que no tiene un ocupante con orden de alejamiento de otro vecino.

    Así que para evitar encuentros prohibidos en mi despacho, decidí trasladarlo al ascensor. Voy planta por planta recibiendo visitas para preparar adecuadamente el próximo juicio, y para verme no tienen más que pulsar el botón.

    | Febrero 2019
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  • El papel lo aguantaba todo

    A cualquier abogado lo peor que puede sucederle es la inadmisión de plano. Por eso yo siempre mimo las demandas, las cuido hasta el más mínimo detalle, al menos hasta ahora. El papel me lo permitía, no en vano lo aguanta todo. Acariciaba los folios, si crujían el fisio les aplicaba ultrasonidos hasta lograr la tersura deseada, y cuando era necesario mi peluquero los teñía del color más apropiado.

    Ahora es distinto. La demanda digital la veo pero no la aprehendo, no sé si me explico. El fallo puede asomar en cualquiera de las insípidas líneas, y por más que las reviso nada me parece bastante. Por eso guardo en una caja las demandas en papel, cuidadas a la vieja usanza, por si me inadmiten una y tengo que llevar a mi fisio y a mi peluquero para testificar que cuando salieron del despacho estaban en perfecto estado de revista.

    | Octubre 2016
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