Carlos Enrique Ayala Gómez

Microrrelatos publicados

  • El hombre bicentenario solicita residencia

    Un año atrás había donado todo su patrimonio. Conservó lo indispensable para vivir decorosamente hasta su cumpleaños número doscientos. Confiado en su precisión robótica estimó que en esa fecha ocurrirían dos acontecimientos: lograría inscribir su condición de humano y, a continuación, moriría.

    Aquel lluvioso día, sin embargo, sólo acaeció lo primero. Un uniforme pronunciamiento médico le auguraba algunos años más de vida. Ya sin recursos y con la salud mermada, solicitó asilo en una residencia geriátrica. Le fue denegado. La Administración adujo que no correspondía destinar recursos públicos para amparar a quien, deliberadamente y abdicando de su esencia robótica, había rechazado vivir confortablemente en una perpetua flor de la juventud.

    La apelación llegó a los tribunales. No había forma de generar empatía en un jurado que seguía viendo en mi cliente a un androide, hasta que, en un último lance; reivindiqué su naturaleza con este viejo proverbio: “Errare humanum est”.

    | Mayo 2022
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  • A confesión de parte...

    El primer lugar en la escuela de leyes. Becario en universidad de la Liga de la Hiedra. Pasante en bufetes de la élite anglosajona.

    Una carrera excepcional y aunque siempre apunté a lo más alto no me imaginé jamás ser elegido para encaramarme al Olimpo y ejercer la defensa de una dulce ninfa.

    Se trataba de Eco, a quien su voz no le servía sino para repetir la última palabra ajena que oyese. Este había sido el injusto castigo impuesto por la diosa Hera en uno de sus habituales raptos de ira animal.

    Fue nada más empezar con mi exposición oral para advertir prontamente que persuadía al olímpico jurado. Para revertir la condena, apelé con éxito a todos los recursos jurídicos tanto del legado humano como del divino.

    Finalmente, el juez con voz grave interpeló a mi defendida:
    Se declara usted inocente o culpable.
    — Culpable, culpable, culpable: sentenció Eco.

    | Abril 2022
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  • Alterum non laedere

    La población contigua a la zona de explotación minera procuraba erradicar cualquier actividad que hiciera más vulnerable aún su entorno natural, aunque ello acarreara una reducción del empleo.
    Los dirigentes comunales requerían la presencia –in situ– de la plana directiva de la compañía minera, de otro modo, no firmarían acuerdo conciliatorio alguno.
    Como abogado negociador acompañé a una terna de directores. Nos recibieron con un inesperado festín pantagruélico del que participamos entusiastamente como oportunidad para disipar tensiones.
    Culminada la cena quien presidía la delegación comunal tomó la palabra para decirnos lo siguiente: “Las truchas y percas que hoy todos hemos degustado proceden del mismo río contaminado que enferma a nuestros coterráneos y esas mismas aguas, irrigan también el generoso valle que nos ha regalado los tubérculos, legumbres y hortalizas que nos han servido de guarnición.
    Ahora que todos –por igualdad de armas– portamos los mismos metales pesados, iniciemos la negociación”.

    | Junio 2021
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